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martes, enero 31, 2006

Que nos queremos tanto

Es posible que algunos desastres ecológicos -fulminantes algunos, de lenta progresión otros- tengan lugar porque quien está en disposición de evitarlos o aminorarlos piensa que sus costes están fiados a muy largo plazo. “Qué largo me lo fiáis.” Esto no es otra cosa que evidenciar la inexistencia efectiva de un sujeto. Otro vicio es el de identificarlo falsamente: la humanidad, etc., tirando, como se ve, por elevación. Todo empieza por no identificar sujetos efectivos y se acaba sujeto a vaya uno a saber qué. De hecho, el discurso ecologista (Franz J. Broswimmer, Ecocidio, v.b.) propende a olvidar la batalla entre sujetos dentro de la sociedad política. El citado, en sus diamantinos case studies, habla de estratificación y explotación, como el cerebro que explota al hígado, ya se sabe. El determinismo ecológico se dedica a cancelar causas y factores en un auténtico ecocidio metodológico. Los sujetos desaparecen en nombre del “nosotros” abstracto, donde parece hallarse la salvación (según el modo cohortativo, by the way). Es pura ecología y supervivencia del más fuerte: los determinantes ecológicos expulsan a otras especies de la sabana, pero vamos a dejar este asunto un tanto memo y busquemos (no es cohortativo) su complementario, “que le gusta a cierto público, tirando a patibulario”.
Y es que cancelar sujetos es justo lo contrario de la especialidad demostrada de Rubianes, quien identifica los sujetos benéficos (Cataluña, que dispone de una mordible mano para dar de comer; tan buen sujeto que, cuando le muerden una mano, pone la otra mejilla) y los maléficos, España, distribuida en individuos de testículos explosivos y explotables. No sabemos qué tesis propone este pensador a propósito de las mujeres españolas, pero cabe la posibilidad de que concluya que cualquier mujer, por el mero hecho de ser mujer, sea menos española, when she kisses included. Todo por el aplauso.

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