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martes, marzo 21, 2006

Augustos clonos

El farmacéutico Hwang no clonó. Se le condena por publicar sin haber clonado. En el ámbito académico está muy extendida, sin embargo, la publicación clónica. Gloria a aquéllos cuyas páginas ya han sido escritas por otros: el noble arte del plagio, que tan puntualmente nos recuerda la contingencia de nuestra firma, in ictu calami. No tanta gloria a quienes como Alberto Hidalgo dijo a Borges (cuenta Borges) escribieron la primera página de su segunda página. La publicación académica, como el coito o los espejos, multiplica el número de los hombres, el de los funcionarios y el de otros semovientes eiusdem generis.
La multiplicidad de los textos se ordena en una taxonomía impredecible: las versiones de antes de la presionante clonación de Gutenberg o de después que el ecdota ordena, los textos que enlaza en su ovillo o rizoma el hipertexto ven sumarse a la lista la modalidad de las familias de artículos que son otro y son el mismo, como en cualquier currículum interminable. Los artículos tan parientes que tanto se recuerdan y que tanto se apoyan.
De paso, O bitter Dichtung, si no es cierto que los autores sean las herramientas que los artículos utilizan para reproducirse y multiplicarse, bien pudiera ser que el recurso por el que éstos pelean no sean las revistas sino las citas de otros (1). Pero la probabilidad de que un artículo cite a otro crece con el parecido entre los dos artículos. La constelación bien definida de citas mutuas de la estirpe de los artículos ultracuerpos. Lo peor es clonar sin haber publicado. Fue más feliz el que menos clonó. ¡Se copien, clono!
(1) Un artículo puede visitarse como se lee una casa.

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