Vistas de página en total

sábado, abril 01, 2006

Bróñez

El horóscopo, que crece de lo que crece, pero cuyo metabolismo no tiene otro ciclo del cangrejo que la potencia del lenguaje para, de puro significar, no significar nada. Esta máquina de dar sentido que somos quiere unívoco al profeta, pero el profeta es un coreógrafo de la ambigüedad (¿qué va a ser si no?). El horoscopista llega con su astrolabio partido y su lengua tijera. Vive en un país de palabras que se hilvanan como si quisieran decir algo. Sortes blogales que puede cada cual afinar según el azar de google o la diferancia de los enlaces.
Pero incluso la semántica omnivalente del horóscopo puede agotar la coexistencia entre referencia, deícticos, cuantificadores, de un lado, y sustantivos y verbos de otro. Existen los contrarios y, en un relato, su alivio viene de los cuantificadores de medio pelo, de las conjunciones como pero o aunque. Nunca puede el horóscopo llegar al acontecimiento singular que, claro, es aquél que hace que tantas cosas ya no puedan ser. El colapso de la función de honda: que se lo digan a Goliath. Hay tantos pasados que ya no podrán escribirse que eso mismo podemos sospechar de todos nuestros futuros.
(O quizá vivimos en el pasado y los siguientes fascículos esperan en almacenes sillenciosos que un vigilante recorre en su vehículo nocturno). Stream of consciousness toujours en retard. Tout est dit.

No hay comentarios: