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viernes, abril 28, 2006

Día 2. Amanecer Zulú

Ese día no estuvo. No reproduciremos sus conversaciones, la frente orlada de los no amargos jaramillos. Ni nos preguntaremos si desierta quedó la arena de las voces alegres, o si fue silencio mudo de endecasílabo callado el que se ofreció a los oídos fieros de la ruta de los peregrinos. El no perdonado monumento a quien ya se le atrevió el alcalde, de San Lorenzo la parrilla, o el apóstol del cuchillo, las planeadoras cigüeñas que negras sobre Itálica o sobre otro lugar de calles destruidas y arcos, galerías, tejavanas y palacios arruinados, vastas soledades que la rumba interrumpe en un 124 que viene del pasado. Cortas piedades, usuras que tiernas ya no recuerdan al bar Cosecheros. No al Bar Bilbao, Servicio Restaurante.
Péndulas ramas, péndulos deseos que cierran la jornada. Botarates que a sus conciudadanos llaman: "Mirad, son buenos". Robadores silenciosos que la resaca lloran, dirían si supieran. O si vencer supieran y otomanos pretendieran al no muerto poeta derrotar, no gloria pero sí merecido nombre les rindiéramos. a quienes pecunias indignaciones, írrita irita y furores nos mostraran. De los belígeros varones si claros sólo nos llega el cascado batir de las alas negras. Un rezongo tenue anuncia resacas futuras.
(El libro dejamos docto antes de que nos alcance el eco, la voz del poeta, la respuesta insensata, la hipótesis y sus rocamboles, la mula aguantada, del castizo caballo descuidada, el infeliz trabajo de las buenas gentes, las infelices obras, los versos de la canción, la Lirio por las playas de Cádiz, los versos peores del orbe /higiene de atentos lectores/la fama sentada inconstante/a letrina imprenta igualada.)

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