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domingo, abril 30, 2006

Heu Carionte

Luis García Montero se propone contribuir con una nueva unidad didáctica a los cursos de español para extranjeros. Verbos ser y estar (ver también estas viejas inquisiciones):
Desde luego hay nacionalistas españoles que trabajan con ahínco para conseguir la desarticulación sentimental de España a través del hábito insaciable de la ofensa. No nos ayudan a saber quiénes somos, pero nos hacen comprender dónde estamos.
Recuérdese que el reproche (un acto de habla tan sentimental, performativamente hablando), ejercicio optativo de la unidad, es a los nacionalistas españoles (todos nos cruzamos con miles de ellos, desdeñosos, ya en el rellano; no digamos en la calle): “No nos ayudan”.
Por eso el prestigio del verbo ser es un tanto inconsistente. Ya no queremos psicoanalistas, sino ultraderechistas: como no te descubres a ti mismo, te voy a descubrir yo a escobazos, como machadiana mujer. Una ideología que comienza con los fantasmas y se queda en ellos. A lo que viene el artículo de García Montero es a justificar el uso del engendro sintáctico “realidad nacional” en el Estatuto de Autonomía de Andalucía, que en el caso de que efectivamente se titule así, nos rima en medio mitad:
No me parece por tanto muy descabellada la timidez intermedia y dialogante de una realidad nacional. ¿Mi identidad? La que se considere conveniente. Yo me encargo de mi conciencia, que también es una realidad histórica.
Esperemos que su conciencia no se encargue de él. Javier Sampedro en el mismo diario, en otra página, nos ilustra sobre bonobos y humanos. La genómica no es la observación (que por defecto se entiende que es de las conductas y las pieles, no de los resultados de laboratorio):
Si hoy sabemos que la especie humana es una -y la más homogénea de todas las que pueblan el planeta- no es precisamente gracias a nuestras dotes de observación, sino a la genómica comparada. Y lo que decidamos hacer con los chimpancés dependerá al final de lo mismo. ¿En qué parámetro de nuestro genoma está escrito nuestro derecho a meter a un mono en una jaula?
Pero este discurso socava la teoría de los derechos humanos, no por su extensión a otros llamemos sujetos, sino por la estructura en que tiende a asentarlos. Si los tenemos, es por los 23 pares de cromosomas, la sangre, el antiguo régimen, aun sea por negarlo.
Por otro lado, tres días antes, nos informamos en el mismo diario (en las páginas extractadas de The New York Times) de que lo que han de ser cuantitativamente diferencias muy pequeñas en el genoma (y de hecho diferencias a las que sólo la contingencia de la historia ha hecho significativas o significadas) dan lugar a derechos distintos para gozo de abogados y demás analistas de la diferencia. Por eso es recomendable, aunque urgente nos parece de escritura, el artículo de Sampedro: su tema es el de la distancia, esa reunión de identidad y diferencia.
Igual nos da, el asunto es que hemos redescubierto el receptáculo genealógico de la identidad. Otros, como García Montero, parecen decididos a ser cualquier cosa en el ejercicio de su libertad y acaban siendo nacionalistas de opereta rock.
El genoma y su cuantificación. La expresión digamos no lineal del genotipo: una situación magnífica para abusar políticamente de una ciencia. Como no sabemos casi nada, vale decir cualquier cosa. Saquemos partido de Gerardo Deniz:

PARANOMASIA
¿Siguen sacando
Los cosacos del Don
Los condones del saco?
Y ganaremos una ajustada descripción de la genómica:
PARROTNOMASIA

¿Siguen sacando
del genoma de Venter
los codones con asco?


En la última página del mismo diario -el madrileño, no el neoyorquino-, con cariño etológico, el verde socialista Francisco Garrido, compara a Zapatero con el bonobo, a Rubalcaba con el chimpacé y de Acebes dice que:
Creo que cualquier animal al que se identificara con Acebes podría presentar una reclamación.
Sin embargo, esperábamos comparaciones más individualizadas también del lado de los simios más peludos. Si unas pocos pongamos que tijeretas o cortapichas reclaman, cómo es que se arrogan la representación de la especie, la doru taeniatum sin ir más lejos. Garrido las humaniza in phantasma; nosotros achacándoles humanos políticos vicios. No todos los orangutanes somos iguales y el chimpancé es un ser para la muerte.
Chita, el único bonobo (o era chimpancé? En una edad feliz no eran más que una especie) al que su veterinario le puede recomendar dejar de fumar.

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