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viernes, abril 14, 2006

Humania

Valdebernardo. Mañana de Viernes Santo. Ya llega la plaga. En el caso de estas instalaciones, la palabra mágica es ecosistema. Mejor su plural necesario, salvo globalización, ecosistemas.
Pero en este caso se trata de una parte de un ecosistema, o de algo que desborda a la categoría de ecosistema y que desborda a la cuenca del Tajo, por decir algo.
La multitud se ordena en filas. La cola parece ser el invariante etológico de la especie, al menos cuando las condiciones dinámicas son las que son en este intervalo festivo de la primavera.
Otro invariante es el de la desobediencia a las normas. Si los flujos no llegan a entorpecerse, lo que pase dentro es lo de menos. En cualquier caso, descubrir que los parques zoológicos y derivados muestran una especie única (mostrarán también otras que se esconden) y que los especímenes exóticos son una excusa, o más bien un reclamo en el más cinegético de los sentidos, no es más que desconsuelo: nuestro descubrimiento no escapa del recinto en que pasamos el día. La vida.

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