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miércoles, abril 12, 2006

Humo celular

Lo habrán comentando sociólogos y los arduos periodistas de la cultura. Por eso, aquí seguramente sólo lo estaremos recordando, pues toda ignorancia no es sino olvido. La proscripción del tabaco de los espacios sociales y otros laberintos se ha visto favorecida, o ha obrado a su favor, por el impulso que un sucesor con ganas de establecerse venía adquiriendo.
Y, por más que con el cambio no haya que descontar totalmente los aspectos adictivos y patógenos del tabaco, el sustituto, etológico y estético (en otros lugares se ha remarcado que erótico con ventaja sobre el siempre limitado lápiz de labios), se extiende y está dispuesto a sobrepasar la ratio de uno por cabeza.
En efecto, el teléfono móvil es un llenador de huecos magnífico, con un índice de manipulabilidad muy alto y acerca manos a cabeza, oreja y boca, al perfil. No es ergonómico, sino deleitable.
Por otro lado, como toda invención, ha sufrido la oleada inicial de rumores epidemiológicos, no tan distinta de las que acompañaron los inicios de cinematógrafo o de ferrocarril. Oleadas que tuvieron su complemento en los cantos de miserables, y a veces financiados, higienistas a lo benéfico del humo de cigarrillos, pipas y cigarros.
Los españoles debemos de ser especialistas en sanidad popular. Yo he oído elaborados discursos sobre los peligros del cinturón de seguridad y sobre el casco, en motoristas y en albañiles. No sé si esto me viene a la cabeza porque acabo de pasar por la calle Salvador de Madariaga, reconocido polígloto.
Sea cual sea la realidad del asunto, además de los perniciosos efectos sobre los cuerpos, deberemos mostrarnos vigilantes hacia el exceso estético o antiestético. O llegará el día en que unos lamenten las secuencias con teléfonos móviles y no faltarán dignos directores que los excluirán de sus películas, desdeñosos de una retórica fosilizada. Regla de las tres unidades avant toute chose. Esta vez me conecto con una tarjeta PCMCIA.

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