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sábado, mayo 13, 2006

Un paseo por el cielo

El significado de una conclusión es su fundamentación, los argumentos que utilizamos, las razones que valoramos como más justas o más potentes. En El País, Ángel Pestaña, habla de los derechos de los simios, o de la atribución de derechos a los simios. Para más o menos concluir, según entenderán algunos, que los grandes simios merecen un trato singular pero que hablar de derechos es un exceso, antes Pestaña escribe por ejemplo que:

... es preciso destacar algo tan elemental como olvidado que es la radical especificidad de lo humano, que lo hace irreducible a los parámetros científicos sobre los que se edifican las ciencias de la naturaleza. Lo relevante aquí no es tanto la enorme semejanza genética que sitúa a humanos y chimpancés en el mismo género, como la constatación de que esas minúsculas diferencias no permiten explicar las grandes divergencias fenotípicas en cuanto a morfología o comportamiento. Pero, sobre todo, no explican lo más específicamente humano, que nos separa radicalmente del resto de las especies animales. Me estoy refiriendo, naturalmente, a las aptitudes simbólicas de las que deriva nuestra inmensa capacidad de cultura.

Claro, la cuestíón es que si existen otros determinantes biológicos, han de especificarse éstos o decir que se han de buscar. Más abajo, el teclado en el estribo de una conferencia de Edmund Leach de hace 25 años, Pestaña transcribe y escribe los siguiente:

Parte Leach de la confrontación del obispo Wilberforce con Huxley, que tuvo lugar en 1860 en torno a la teoría evolutiva de Darwin, publicada el año anterior. Wilberforce, cuya crítica al darwinismo sería aceptada por muchos científicos actuales, proclamó entonces: "Cualquiera que sea la opinión de otras personas, yo nunca consideraría a los monos del zoológico como mis antepasados". A lo que Huxley respondió ácidamente: "Antes preferiría descender del mono que de un obispo". El trasfondo del debate era la noción religiosa que considera al hombre como una criatura especial hecha a imagen y semejanza de Dios. En este sentido, si el gradualismo evolutivo de Darwin fuera cierto, no debería haber discontinuidad, de forma que los chimpancés debieran tener algo de alma, al igual que los humanos. Tal doctrina podría ser aceptable para un budista o un hindú, pero era más de lo que el obispo podía admitir. A lo que Leach añade: "Y pienso que el obispo tenía razón". "No creo", sigue Leach, "que los humanos tengan alma inmortal, pero, indudablemente, poseen una capacidad simbólica y verbal que hace de estas criaturas un tipo nuevo y único en la naturaleza. Entre otras cosas, porque de esta capacidad deriva la posibilidad de hacer elecciones concretas e imprevisibles (...) lo que representa una discontinuidad abismal con el resto de la naturaleza".

Pestaña y Wilberforce tienen delante una teoría con un cierto componente mecanicista y no perfectamente engrasado, además de con las imperfecciones esperables estadísticamente. Como no funciona a satisfacción, Wilberforce y parecería que Pestaña se traen un elemento supernatural, un Dios, expediente de mecanicismo tan conocido como subrayado, un deus ex machina, poleas rechinantes incluidas.
Como a muchos el asunto de alma les sonará a viejo, se habla de conducta verbal y simbólica, lo cual aun tiene un pase, aunque sea todavía, y sobre todo, cosa de antropólogos. No se sigue de ahí sin embargo que seamos la única especie posible o efectiva con esas conductas, facultades o aficiones. Alguno apuntaría también que no faltarían defensores de un Darwin más saltacionista, o que -aplicando nuestro lema- algunos científicos estarían de acuerdo en algunos cuestionamientos de Wilberforce, pero no con sus respuestas. Otros nos advertirían con mucha razón de que la subespecie de los científicos no está especialmente dotada ni adiestrada para el raciocinio, pero todo esto importa poco.
Nótese que el hecho de que un enfoque categorial sea limitado no implica que puedan aportarse desde fuera resultados categoriales legítimos al respecto de los objetos de la ciencia en cuestión, así como caídos del cielo, de la ideología, de otra ciencia, o de un libro de divulgación. Eso es trampa.

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