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lunes, junio 26, 2006

Memoria

Recuerda sus primeros cinco minutos ante un televisor en color. Recuerda el comercio, todavía existente en su decadencia irremisible -sus jóvenes propietarios y gestores entonces-, y vagamente la tarde nublada, aunque el lector comprenderá que esto o la lluvia que entreve es, con toda probabilidad, fruto de la necesidad antibayesiana de concreción que la memoria padece. Era el República Federal de Alemania contra Polonia del Mundial de 1974. El mejor equipo del campeonato detenido por las botas que marchaban bien sobre el barro.
Los ciclos: el deporte es el año agrícola de nuestra época. Las crecidas del Nilo y de los demás ríos en una periodicidad que nos hace pensar en una resurrección tan falsa como la muerte de la derrota deportiva. Sabemos que todo volverá, ergo, que todo ha vuelto ya, pero no lo recordamos: ¿Cómo podríamos? Claro, él no es el mismo en un sentido trivial, y de las cosas que le quedan, queda el viejo establecimiento comercial, adelantado del mercado un día, heraldo de los artilugios más promisorios, ahora reliquia que a gritos nos pide un discurso y una melancolía un poco ñoña.
Entonces, el establecimiento hubo de detenerse para que todo, o casi todo, lo demás le adelantase y le dejase muy atrás. También, en consecuencia, él es un pivote o un médium que reúne dos días mutuamente lejanos en un recuerdo condenado a la desaparición, una caña o un junco que recuerda. Falsamente, pero esta falsedad también se borrará.

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