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domingo, septiembre 03, 2006

Mundial

Puede desearse que el personaje hable como si hubiera leído sus aventuras, su historia, lo que es distinto a que se conforme con haber leído, para proseguirlas, sus primeras aventuras. Cuando dice lo que se espera de él, lo que se espera como el personaje que es o está llegando a ser, la verosimilitud se compromete salvo para públicos lectores entregados a una causa de conspiración florida.
Y es que los personajes están todos ya doblados de su imagen y de las helicoides crecientes de la televisión, la prensa, internet y otros mentideros. Lo saben, y por ello mismo ha de temperarse su entusiasmo y su perseverancia en el relato en que han alcanzado la fama y una paradójica recepción.
Por otro lado, las hipótesis conspirativas precisan de un enemigo increíblemente poderoso y las hay de dos tipos: las abstractas, las que nos hablan de la huída del bunker o algo por el estilo y las que se refieren a nosotros y encuentran un sesgado multiplicador en los lectores. Pero destaquemos la necesidad del enemigo poderoso, inasequible, más omnisciente que el autor, el editor, o el niño que juega a las chapas, como en algún pasaje subrayó Juan Benet, o como tal vez lo hizo en toda su obra.

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