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domingo, septiembre 10, 2006

Núcleo

Rubianes, el caso Rubianes en el teatro madrileño. Las derivas de la discusión, que suelen llevar hacia la gracia de la subvención y la selección de los beneficiarios, lo que complementariamente iguala el mercado a una peculiar justicia.
No en una cadena pública, pero sí en una privada, los españoles han podido ver El núcleo, de Jon Amiel, que insulta a España por el expediente de insultar a todos los espectadores.
Como yo no la he visto más que de trozo en trozo, no puedo atestiguar completamente la verdad del detalle, pero diría que el dinero público que paga a los héroes de la película (que les paga la posibilidad de que sean héroes, porque no se puede pagar a los héroes sin que éstos dejen de serlo) se libra sin que medie concurso. Parece que se compra un bien a un monopolio, lo que no desdice de la unicidad esférica del núcleo terrestre que visitamos en la película.
Igualmente, cada obra dramática debe de ser también única, sostienen algunos -el arte y yo somos así, señora-, y la concurrencia que se produce es falsa. Deducimos nosotros que a una gracia le responde otra. Con lo que, concluimos, lo que el señor nos da, bien nos lo puede quitar. Aunque aquí el señor sea un señor con miedo y aficionado, como en El núcleo, a horadar si no la Tierra, sí la tierra.

1 comentario:

pdro dijo...

El único señor de aquí que conozco es el amo del cultivo. Hay veces que se sale.

Rubianes no sé, tendría que leerlo.

Y uy si horada. Y ni se sonroja. Y y.