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miércoles, noviembre 15, 2006

Tres motivos para un tratado

1. La arqueología no se las ve con la horterada. Simplemente la borra y sólo una categoría estética intersecta la labor del arqueólog: la categoría de lo bello. Hasta el mal gusto, la obscenidad o lo chocarrero adquiere un aura pompeyana, con la fuerza de un volcán, claro. La arqueología redime y la arqueología futura redimirá las urbanizaciones con estatuas de los padres del promotor. Luego dicen que el mundo avanza.
2. Si los rendimientos del trabajo se incrementan, es posible por el efecto sustitución que muchísimos individuos decidan trabajar más horas. Depende, pero es una contingencia que los economistas contemplan en sus manuales y puede que en más sitios. Los economistas suelen ilustrar el efecto con un empleo al que todos pueden acceder. Creo que Stiglitz (y tantos otros) recurren a la figura del taxista. Habría que repasar la literatura desde Marshall - si no antes- para acá y catalogar las profesiones comodín que se han sucedido, las vocaciones ocultas de cada autor, época o escuela, su violín o su azadón de Ingres. Volviendo a la invisible y gran manaza, piénsese en la utopía de un país que produce sobre todo un bien: carreras en taxi. Un mundo de taxistas, algo que no contravendría a los intereses de alguna emisora, según es fama.
3. La experiencia más importante de las que nos suceden y la que más nos maravilla es la de pasar de no entender algo a entenderlo. Además, nos gusta porque nos permite mirar a aquel extraño, a aquel otro con la ternura que se tiene para con el que ha ido dentro de nuestra misma ropa.

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