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miércoles, enero 03, 2007

Música campesina

El sintagma del título propende a los Balcanes desde hace ya bastante. No es un asunto demasiado misterioso, pero, desde luego, es así. Indudablemente.
Imágenes de un mundo sin discotecas donde los trinos y melismas de las voces que dejan la criba o el arado y compiten con el Bora por que las nubes se vayan con sus pentagramas a otra parte. Caminos de tierra y un automovil negro, brillantes cromados, apareciendo por una revuelta.
Por otro lado, las singulares polifonías concuerdan con una suerte de alegres litografías en color que pueblan nuestra memoria con el vigor de, más al Norte, esas viejas ciudades de Centroeuropa con aire pontevedrés.
Todos los súbditos rurales con el mismo traje. El decrecido ejercito alegrado por ciento cincuenta mil uniformes, como de edecanes de antaño, valga la redundancia.
En algún lugar de los Balcanes, sospechan los intelectuales, aún cantan los naturales inesperadamente refitoleras versiones del Aria de las Joyas, desazogado espejo.

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