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miércoles, marzo 26, 2008

Circunscripción

Como el templo a los fieles, la circunscripción encierra a los votantes. O de otro modo, segmenta con inevitable sesgo al pueblo soberano, valga la hipérbole.
No investigaremos aquí las paradojas electorales que la parcelación del territorio y de los radicados ciudadanos provoca, ni siquiera el modo en que la democracia misma está ya prescrita por sus formas (1). Nos contentamos con la etología, cara a los políticos profesionales, del encierro o acotación (Erkoreka dixit ratonero), una técnica que se apoya en las querencias de dos o tres especies animales implicadas en la operación (por caso, Homo sapiens sapiens, canis lupus familiaris y Ovis aries; por caso, Homo sapiens sapiens, Bos taurus tipo A y Bos taurus tipo B).
Cabe la posibilidad de que la vocación de aquellos profesionales sea justamente la de acotar a sus conciudadanos de otros gremios, pero sostenemos que la relevancia política de la etología no distingue entre gremios o estamentos. Y que es tan grande que se sobrepone a trivialidades como el contenido de las palabras pronunciadas o a los hechos mismos ejecutados por unos y por otros: porque lo que cuenta es una reacción íntima pero masiva que se evoca en los fieles, a favor de identificaciones probablemente falsas y nunca razonadas, asentadas en automatismos ideológicos de estructura elemental, plenas de confusiones, como la confusión entre cabestro y bravo.

(1) Del mismo modo en que el lenguaje de una teoría contiene de algún modo y se adecua a la teoría misma, porque los científicos hacen teorías y no lenguajes.

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