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viernes, mayo 16, 2008

Cementerio de Málaga

Las horas que pasamos en el cementerio de Málaga aquel día del verano de 1999, De ellas quedan los detalles absurdos y, por tanto, cargados de sentido. Palabras habituales en entierros y, por lo visto, también en incineraciones. Observaciones laterales, raramente referidas -más bien al contrario- al asunto que nos había llevado allí. Notemos de paso que la incineración supone que uno se va de allí con algo en una bolsa, que le entregan ese mismo día o al otro. A nosotros, ese mismo día de verano y de los detalles, elijo el de una breve discusión acerca de en qué maletero.
Veo ese cementerio por televisión, o creo verlo, con las instalaciones anejas a lo que debe representar un lugar de tránsito: tránsito para parte de cada expedición que allí llega, y para toda la expedición y comitiva: recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
El muerto no es el que rellena los papeles, el que se toma un café con un bollo en la cafetería o el que compra flores. El muerto no es el que llora ni el que necesita consuelo. Pero esa puerta de una ciudad que llamamos ciudad por aliviar las realidades es también un lugar de olvido y de trámites precisos. Un paradójico paréntesis del duelo.
Al final, aquello que dijo McArthur.

1 comentario:

Anónimo dijo...

conocerte seria un lujo