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domingo, mayo 11, 2008

Sabado noche como domingo mañana

Independence day: en una cadena emiten esta película. En otra, Soldado Universal, del mismo director, no sabemos si independiente o universal -el caso es que alemán- Roland Emmerich.
Independence day contradice varias leyes de la física, de la informática y de varias disciplinas más, pero en cambio no contradice ninguna ley de la narrativa popular. Así que ninguna televisión puede dejar de programarla al menos una vez cada dos años y yo la veo a trozos a falta de fútbol, que no contradice ninguna ley de ninguna disciplina conocida.
El hace pococitado en este blog Terry Eagleton, al final de su El portero, se entretiene hablando de las frases que pueblan idénticas los diálogos cinematográficos. Quien ha ido al cine lo sabe y el que no también: Yo que tú no lo haría forastero. En Independence day tenemos buenos ejemplos de diálogos repetidos en situaciones repetidas: Ante el plan propuesto por uno de los protagonistas para salir de la apurada situación en que se encuentra la humanidad entera, hay un personaje de cierta edad y responsabilidad que dice: No lo escuche Señor Presidente. Es una locura. Ante lo que otro personaje de equivalente edad y mando declara: Espere un momento. Existe una posibilidad.
Y tenemos buenos ejemplos, por no hablar de tipos e historias, hasta de los planos: el militar de graduación intermedia que apremia a los últimos civiles a entrar al refugio y que cierra la puerta de éste en el último segundo, encuadrado desde fuera del refugio mientras los más tardíos y pasivos refugiados entran en nuestro campo de visión.
No sé si los responsables de la película se la plantearon tal y como yo la vi ayer: como el producto de un grupo de profesionales pasados de rosca que compiten por ver quién incurre en el tópico más seboso o en el petardo más visto, quizá con la coartada de hacer arte del siempre nuevo material de derribo del cine popular. Seguramente, no.
Cabría la posibilidad también de que la obra la hubieran producido los extraterrestres, siempre tan humanoides y linneanos. A fin de cuentas, cuando echemos las cuentas de la historia de este planeta resultará sorprendente que se hayan escritos más fabulaciones en que éste es invadido (comenzando con la panspermia) que al contrario.

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